PRÓLOGO
Siempre quise estudiar periodismo. Supongo que para
satisfacer mi curiosidad insaciable y para investigar y contar historias de
primera mano y no basadas en rumores.
La psicología humana me atraía enormemente y en especial
cómo funciona la mente de un asesino. Dónde está el límite en el cual se
traspasa la barrera entre el bien y el mal.
Y empecé a documentarme. Empleé muchas horas en estudiar
entrevistas con asesinos, investigadores, criminólogos, forenses, psicólogos y
psiquiatras. Perfiladores criminales, abogados, víctimas, testigos y
familiares. Escuché a sicarios de cárteles de las drogas hablar de matar sin
ningún tipo de remordimiento, como si de una jornada laboral normal se tratara,
y visité vía internet las cárceles más peligrosas del mundo y sus habitantes.
La conclusión a la que llegan estos trabajos de
investigación desarrollados durante años, es que hay tres principales motivos
por los cuales un ser humano decide quitarle la vida a un semejante: el
"amor", la codicia (poder) y la enfermedad mental.
Tremendamente importante es también el clima familiar y
sociocultural en los que se desarrollan los primeros años de esta etapa de la
vida tan importante como desconocida que es la infancia.
Hace unos meses estuve visitando el módulo de mujeres de
la prisión de Pamplona. Me invitaron a
participar en unas charlas coloquio que habían organizado las propias internas
y cuyo objetivo era iniciar un estudio sobre las condiciones de vida en la
cárcel. Relaciones de pareja, maternidad, aprendizaje y reinserción.
Sólo había ocho mujeres. Cinco eran "muleras" que
habían apostado por traerse una maleta llena de droga para intentar mejorar su
vida, y habían acabado allí. La mayor tenía
22 años y tres hijos de tres padres en Bogotá, de los que se hacía cargo
su madre. Otra lloraba todo el rato “¡8 años!” - decía, y juraba que ella
“nunca supo que llevaba droga en la maleta”. Aseguraba que alguien le dió el
cambiazo en el aeropuerto, que era inocente. Me dijeron que no había parado de
llorar desde que llegó.
Supongo que eso es lo que dicen la mayoría de los que están
en la cárcel. Pero yo la creí. Y se me encogió el corazón.
Luego había otras dos mujeres bastante mayores. Tardé un
rato en darme cuenta de que no eran voluntarias, sino internas. Jamás me
hubiera imaginado que aquellas dos casi ancianas adorables que hacían de madre
con las demás pudieran haber hecho algo que las trajera hasta allí. Pero sí.
Eran traficantes de heroína. Cuando me lo explicó la funcionaria no daba
crédito.
A menudo imaginamos las cárceles llenas de indeseables
inadaptados que representan un peligro potencial para la sociedad. Pero yo lo
que veo en su inmensa mayoría es que son personas que una vez tomaron el camino
equivocado, o bien personas con una enfermedad mental. Malas decisiones que les
llevaron por un camino de difícil retorno. Diagnósticos fallidos que no han dado
con el tratamiento adecuado.
Apartada de todas había una chica de unos treinta que leía
un libro. No parecía interesarle mucho la reunión. La invité a participar, pero
me dijo "no, gracias" y continuó leyendo.
La charla se hizo amena y corta. Había café y pastas y se
respiraba un ambiente extrañamente hogareño. Compartimos impresiones durante un
par de horas. Yo me ofrecí para darles clases de dramatización. Pensé que eso
podría mejorar su estancia allí, y ellas acogieron la idea con entusiasmo.
Redactamos la petición oficial
correspondiente y me preparé para marcharme.
Las abracé a todas menos a la chica del libro que no se
acercó a despedirse. La saludé con la mano y ella me devolvió el saludo
sonriendo. Y sentí cariño. También pena. Sentimientos encontrados sobre lo que
es justo o injusto...
Cuando salía pregunté
a la funcionaria por qué motivo que estaba allí la chica.
Me contestó que era un caso muy extraño. Se había
autoinculpado de varios asesinatos que nunca habían tenido lugar. Eran casos
cerrados. Estaba a la espera de que le hicieran un peritaje psicológico, y
también estaban valorando si entre los datos que aportaba sobre las diferentes
causas había indicios suficientes como para reabrir la investigación de alguna
de ellas.
Volví la vista para mirarla antes de que la puerta de
barrotes se cerrara tras de mí y pensé que era increíble que aquella mujer de
apariencia apacible y educada hubiera matado a nadie.
Pasaban los días pero la imagen de aquella chica no dejaba
de ocupar mi cabeza. ¿Porqué confesar
unos asesinatos que no había cometido? y si los había perpetrado y no la habían
inculpado... hubiera conseguido no uno, sino varios crímenes perfectos. Esos
que dicen que no existen.
Me pareció una historia digna de ser escrita en cualquier
caso, y me puse en contacto con las voluntarias que acuden regularmente a la
cárcel para hacerle llegar una nota en la que ponía que su caso me llamaba
mucho la atención y que estaría interesada en hacerle varias entrevistas.
En un par de semanas recibí una carta de Alba desde la
cárcel. Estaba de acuerdo en contarme su historia, pero sería yo la que tuviera
que conseguir el permiso oficial para poder hacerle las entrevistas.
Así que ni corta ni perezosa, hablo con mi jefe de
redacción. Le explico el caso, y me da permiso para hacerlas en nombre del
periódico, pero pone como condición que las haga fuera del horario de trabajo.
Esas horas de entrevista no serán retribuidas hasta que la historia sea
publicada... en el caso de que se compruebe que todos los datos son ciertos.
Envié la solicitud pertinente a las autoridades competentes
y mientras esperaba respuesta, Alba y yo empezamos a conocernos a través de
cartas y alguna visita que otra.
No era fácil acceder a ella. Así que yo dejaba que siempre
tomara la iniciativa y hablábamos de lo que ella quisiera, casi siempre el tema
era yo. Tenía su lógica. Necesitaba confiar en mí antes de contarme todo lo
acontecido en su vida.
Por fin llegaron los permisos, casi a la vez que el peritaje
psicológico de Alba en el que los doctores habían llegado a la conclusión de
que podía estar diciendo la verdad en todos los casos que venía relatando. Así
que estaba oficialmente acusada de cuatro asesinatos. Todos ellos cometidos
siendo ella todavía menor.
Suficiente para no salir jamás de la cárcel. No podía
creerlo.
Lo que a continuación vais a leer es un extracto de las
cuestiones más importante de las que se hablaron durante treinta y cinco horas
de entrevistas en las cuales ella desnuda su alma y cuenta cómo ocurrió todo.
Cárcel de Pamplona, a
21 de septiembre de 2013
Me encuentro en el módulo de mujeres de la cárcel de
Pamplona para entrevistarme con Alba, autora confesa de cuatro delitos de
asesinato. Estamos en una estancia pequeña. Ella esposada a la silla. Yo en
frente y una funcionaria que será testigo de todo lo que aquí se diga.
PREGUNTA:
- Hola Alba. Lo primero que me gustaría saber es si hay algo
que quieras decir antes de empezar con las preguntas.
RESPUESTA:
- Me gustaría pedir perdón a mi amor, a mi hijo y a mi
hermano por todo el dolor que les estoy haciendo pasar. No se lo merecen, pero
tampoco podía hacer otra cosa (llora amargamente).
PREGUNTA:
- Me gustaría saber cómo empezó todo. Qué recuerdos tienes
de tu infancia antes de que pasara lo que pasó.
RESPUESTA:
(Se queda un rato pensando, parece dudar... luego me mira
fijamente y empieza a hablar).
- Desde que tengo uso de razón recuerdo a mi madre siempre triste. Se ocupaba de mí y
me llevaba al colegio pero a veces se le olvidaba pasar a recogerme, o hacer la
compra o pagar alguna factura. Me daba cuenta de que las mamás de mis
compañeros no eran como la mía. Y los papás tampoco (hace una pausa, respira
hondo y sigue).
Mi padre era representante de diferentes marcas de ron
cubano, pacharán y algunas cervezas de importación... pasaba largas temporadas
fuera de casa. Y cuando venía, casi siempre borracho, cogía a mi madre
superfuerte por el brazo y se encerraba con ella en la habitación durante
horas. Incluso una vez estuvieron encerrados dos días. Me pedía botellas y
sandwiches que era lo único que yo sabía preparar. Se lo llevaba y él abría la
puerta cogía las cosas y volvía a cerrarla rápidamente. Un día me dió tiempo a
ver a mi madre tendida en la cama con la cara llena de sangre. Pero luego él se
iba y ella nunca se quejaba. Sólo bebía hasta quedarse dormida. En ese instante
en el que la puerta estuvo abierta y ví lo que ví, sentí lo que era odiar.
Odiar hasta límites insospechados. Era mi madre y yo la quería.
PREGUNTA:
- ¿Cuántos años tenías?¿Qué sentimiento te provocaba tu
padre?
RESPUESTA:
- Tendría siete u ocho, no sé exactamente. Mi padre me daba
miedo (calla un momento y corrige).Pánico. Me daba pánico.
PREGUNTA:
- ¿Cómo te recuerdas a tí misma de pequeña?
RESPUESTA:
- Era una niña tímida y aplicada, nunca creaba problemas.
Así que si alguien me preguntaba por el paradero de mi madre que no venía a
recogerme, yo decía que estaba trabajando y que dejaba a una amiga en casa para
que me cuidara. Y me creían. Creo que fue ahí donde empecé a darme cuenta de
que tenia el don de hacer creer cualquier cosa a cualquiera sin levantar
sospechas .Y eso me hizo sentir una especie de seguridad en mí misma hasta
entonces desconocida para mí.
PREGUNTA:
- ¿Qué pasó el día que murió tu padre?
RESPUESTA:
- Era sábado por la mañana. Mi padre había llegado borracho.
Pero esta vez fue distinto porque me trajo un regalo. Yo pensaba que no me
quería, porque nunca me hablaba y tampoco me dejaba llamarle papá. Más tarde
entendí porqué.
Era una muñeca rubia preciosa con un vestido rosa muy bonito
lleno de puntillas y unas coletas que al estirar de ellas crecía el pelo hasta
la cintura. Era lo más bonito que había tenido nunca. Pensé que igual sí me quería (sonríe por un leve instante).
Bueno... era sábado por la mañana y llevaban encerrados en
la habitación desde la noche anterior. Yo estaba emocionada haciéndole peinados
a aquella muñeca tan increíble. Le puse de nombre Celia. Por fin tenía a
alguien con quién hablar. Por un momento me sentí feliz (sonríe y llora a la
vez).
Pero la felicidad duró poco. Exactamente hasta el momento
(no mucho rato después) en el que oí un grito desgarrador y un "basta por
favor" entres sollozos. Se me pusieron los pelos de punta. Me quedé
paralizada sin saber qué hacer. Yo nunca entraba en la habitación .Lo tenía
terminantemente prohibido. De pronto se hizo el silencio, y a los pocos minutos
volví a oírla gritar.
PREGUNTA:
- ¿Qué hiciste?
RESPUESTA:
- Estaba como en shock, agarrada al pelo de la muñeca sin
saber qué hacer o a quién acudir. Jamás la había escuchado gritar. Entonces fuí
a la cocina, cogí el cuchillo más grande que encontré, me dirigí hacia la
puerta del cuarto y la abrí despacio. Me asomé y ví que mi madre estaba
desnuda, inmovilizada por unas esposas que le aprisionaban pies y manos en la
cabecera y los pies de la cama, boca abajo, y a mi padre en uno de los
laterales con un puro en la mano quemándola en la espalda. Ví como se lo
llevaba a la boca y después de aspirar una calada muy profunda se lo apagaba
apretándoselo contra la parte trasera de la rodilla (llora desconsolada y sigue
hablando entre sollozos…)
El chillido esta vez me congeló la sangre y de pronto todo
ese odio que sentía desde hace tanto tiempo me hizo entrar disparada hacia él y
clavarle el cuchillo lo más fuerte que pude. Se lo clave por debajo del
ombligo. Y cuando se agachó y fue a cubrirse con las manos donde le había
clavado, le corte en el cuello y cayó al
suelo mientra me decía "hija de puta,... qué... zorra... ayúdame, hija de
puta bastarda…”
PREGUNTA:
- ¿Que se te pasaba por la cabeza en esos momentos?
RESPUESTA:
- Ni siquiera sabía lo que decía, hasta que me señaló una
llave que sobresalía del borde del bolsillo de su pantalón que estaba tirado en
el suelo. Creo que quería que soltara a mi madre para que ella le ayudara.
Nunca lo llegué a saber porque cayó al suelo rodeado por un gran charco de
sangre.
Siempre me he preguntado
porqué no pusieron nunca cerrojo en la habitación. Supongo que confiaban
en que no entrara, no sé. Sólo era una niña...
PREGUNTA:
- ¿Qué hacía tu madre mientras tanto?
RESPUESTA:
- Pobre mamá. No pudo ver nada porque tenía los ojos
vendados. Sólo lloraba y preguntaba:
-¿qué has hecho?... suéltame... ¿qué has hecho?-.
La solté con mucha dificultad. La llave era pequeña y cuando
fuí a introducirla en la ranura de las esposas me dí cuenta de que mis manos
estaban llenas de sangre.
PREGUNTA:
- ¿Qué hizo ella entonces?
RESPUESTA:
- Se quedó allí, inmóvil, sentada en la cama durante largo
rato y yo sentada también a su lado. No me tocaba, no me hablaba, sólo repetía
"¿qué has hecho?
Le pregunte qué quería decir bastarda. Pero no me contestó.
Al cabo de un rato me cogió, llenó la bañera y me metió en ella. Incluso me
dejó hacer burbujas con el jabón y echó en el agua de sus sales de baño que
eran como cristalitos de colores y que nunca compartía conmigo. Puso la radio.
Sonaba "mujer fatal". Lo recuerdo perfectamente.
Me dijo que me quedara allí. Que no me moviera ni abriera la
puerta a nadie hasta que ella viniera. Le dije que si podía meter a Celia
conmigo en la bañera para lavarle el pelo. La trajo, le quitó el vestido, y me
la dió... y se fue.
PREGUNTA:
- ¿Cuánto tiempo te dejo sola en la bañera?
RESPUESTA:
- El agua de la bañera ya estaba fría y yo temblando cuando
la oí llegar por fin. Entró en el baño sonriente. Eso me chocó bastante porque
no recordaba la última vez que la había visto sonreir. Yo no sabía cómo
sentirme, todo era como un mal sueño. Entonces me envolvió en la toalla y me
abrazó contra su pecho. Me sentí bien.
- No te preocupes por nada, cariño... -me dijo- sólo has
hecho lo que tenías que hacer... yo me ocuparé de todo - y me besó y me abrazó
como nunca antes. Y entonces me convencí de que había hecho bien. Además era la
primera vez que me decía cariño. Me gustó. Por un momento me sentí como los
demás.
PREGUNTA:
- ¿Qué pasó cuando saliste del baño?
RESPUESTA:
- Cuando me sacó del baño, todo en la casa estaba limpio y
en orden. Mi padre ya no estaba, ni la sangre ni el cuchillo... como si allí no
hubiera pasado nada y yo no hubiera hecho lo que hice. Estaba algo confundida.
No sabía qué pensar.
- Te he traído comida china de la que te gusta... ¿quieres
ver los dibujos? - me dijo... no sabía qué pensar...
PREGUNTA:
- ¿Qué hacía ella mientras tanto?
RESPUESTA:
- Mientras yo cenaba
entretenida con la tele, ella llamó a la policía y les dijo que mi padre la
había atacado y que había salido de la casa hecho una furia .Que temía que
pudiera hacer daño a alguien. Yo no lo sabia entonces, pero ella ya lo había
denunciado alguna vez, aunque en cuanto él se iba volvía a comisaría y retiraba
la denuncia.
Enseguida se presentaron dos policías en casa para
interrogar a mi madre... les enseñó varias quemaduras y antiguas cicatrices por
todo el cuerpo que yo no le había visto hasta entonces.
Les relató cómo la había esposado y quemado con un puro. Que
al verse sorprendido por mí, entró en cólera y salió corriendo de la casa...
les pidió también que no me molestaran porque todavía yo no había sido capaz de
reaccionar.
Uno de los policías se acercó hasta mí y me preguntó si
estaba bien. Yo le enseñé mi mejor sonrisa y le contesté que sí, que había
salvado a mi madre “-Si, me dijo- ...- has sido muy valiente-“ y me acarició el
pelo. Después se despidieron amablemente y le dijeron a mi madre que tendría
que ir al día siguiente al hospital para que le hicieran un parte de lesiones y
después a poner la denuncia. Que dejarían un coche patrulla vigilando la casa
toda la noche por si volvía.
PREGUNTA:
- ¿Qué hizo cuando se fue la policía?
RESPUESTA:
- Cerró la puerta y fue directa al mueble bar a coger la
botella de ron. Le quitó el tapón y un segundo antes de empezar a beber me
miró, se quedó quieta un momento y tiró el ron y todo lo que contenían las
demás botellas que había en casa por la fregadera para después jurarme que no
volvería a beber.
PREGUNTA:
- ¿Qué pasó cuando vieron que tu padre no volvía?
RESPUESTA:
- Lo pusieron en busca y captura después de decirnos que nos
tendrían al tanto de cualquier noticia que tuvieran sobre él.
...........................................
Aquí concluimos la primera jornada de entrevistas. Doy las
gracias a Alba por compartir conmigo. Ella me mira profundamente y se va
secándose las lágrimas. Esto va a ser mucho más duro de lo que pensaba.
Cárcel de Pamplona, a
23 de octubre de 2013
Es el segundo día de entrevistas con Alba. El tiempo desde
la última se me ha hecho eterno. Entra en la sala calmada, pero seria. Se
sienta en la silla y la esposan. Pregunto a la funcionaria si no pueden dejarla
sin ellas. Contesta que no: son las normas.
- No te preocupes -dice ella- ¿empezamos?.
Asiento con la cabeza y damos comienzo a la segunda ronda de
preguntas.
PREGUNTA:
- ¿Cómo te sientes después de haberme contado todo lo que me
referiste el último día que nos vimos?
RESPUESTA:
- (Piensa) Es raro... nunca le había contado esto a nadie.
Es una sensación entre liberación y... me siento muy culpable. Por eso estoy
aquí...
PREGUNTA:
- ¿Ha habido algún momento en tu vida en el que te hayas
sentido feliz?
REPUESTA:
- Cuando mi padre "se fue" (en ese instante su
cara se relaja, parece que le asoma un atisbo de sonrisa). Mi madre no volvió a
beber y su carácter cambió como de la noche a la mañana. Se convirtió en esa
madre que yo tanto había soñado tener. Encontró un trabajo de asistenta, y
también a un buen hombre que nos quería y cuidaba a las dos. Mateo.
Era empresario. Nos fuimos a vivir con él a Gorraiz. Cambié
de colegio y me inventé un pasado nuevo donde Mateo era mi verdadero padre. Es
lo que quería creer y lo que hice creer a todos (para, medita y sonríe
irónicamente. No alcanzo a captar porqué). Fue como... volver a nacer.
PREGUNTA:
- ¿Recuerdas algún momento concreto?
RESPUESTA:
- El día de mi 15 cumpleaños.
PREGUNTA:
- ¿Qué pasó ese día?
RESPUESTA:
- Mi madre y Mateo me prepararon la mejor fiesta del mundo.
Invité a toda mi clase del instituto. Incluso a una tía muy rara que había
venido nueva días atrás. No me daba muy
buenas vibraciones, pero como era muy tímida, de alguna manera me sentí
identificada con ella y la invité.
Pocos días antes la policía había llamado a mi madre. Al
parecer el perro de un paseante había desenterrado unos restos en San Cristóbal. Encontraron también un arma
blanca de grandes dimensiones junto al cadáver, pero sin huellas, ya que
llevaba 6 años a la intemperie. Tras las pruebas pertinentes habían
identificado el cadáver como el de mi padre. Supusieron que era un ajuste de
cuentas dado los antecedentes y su carácter agresivo. Cerraron el caso sin más.
PREGUNTA:
- ¿Qué sentiste cuando tu madre te dió la noticia?
RESPUESTA:
- ...Como si un gran peso cayera desde mis espaldas al
suelo... nunca más volvimos a mencionar el "incidente". Por fin mi
padre estaba muerto y enterrado oficialmente. Y nosotras fuera de toda
sospecha. Fue genial sentirse así.
PREGUNTA:
- Estábamos hablando del día de tu cumpleaños ¿Cómo fue
aquella fiesta?
RESPUESTA:
- Estábamos todos bailando animadamente cuando el novio de
mi madre dijo a los músicos que tocaran una pieza especial, la hizo subir al
escenario y le pregunto si quería casarse con él; a lo que ella emocionada
respondió que sí. Y se abrazaron y fundieron en un beso interminable que fue
acompañado por los aplausos y "vivan los novios" de todos los
presentes.
Creo que me alegré por ella, aunque me dio como un
escalofrío justo en el momento después del anuncio.
Me fijé que "la nueva" estaba discutiendo con
alguien y me acerque hacia donde estaba para pedirle que se calmara, pero no
había manera. Decía que alguien la había insultado y que eramos todos unos
"putos pijos de mierda".
Le dije que se fuera, que no quería malos rollos, que era mi
fiesta y no iba a dejar que nadie la arruinara. Y menos ella. Se quedó
mirándome fijamente y dijo que sí, que se iría... pero que no me pasara de
lista porque lo sabía todo “- ¡Bastarda! -“ dijo a pleno grito y se marchó.
Yo disimulé y mentí hasta que la fiesta se acabó. Mis amigos
me preguntaban porqué me habría dicho bastarda. Yo les dije (era verdad) que me
había enterado de que estaba recibiendo asistencia psiquiátrica porque en su instituto anterior la acosaban.
Y que había intentado suicidarse varias veces (mentira). Que no sabía... que
estaría flipando con algún pastillazo de esos que les dan.
No sé si se estaría
tirando un farol o si realmente sabía algo, pero en cuanto dijo aquella
palabra, empecé a obsesionarme con su persona.
PREGUNTA:
- ¿Por qué?
RESPUESTA:
- Siempre que pasaba delante de mí, me miraba y decía esa
palabra pero sin voz. Sólo moviendo los labios. "Bastarda". Parecía
que a la gente empezaba a caerle bien y eso a mí me molestaba, aunque no dejaba
que nadie se diera cuenta. Empecé a
odiarla a más no poder. Me daban ganas de matarla.
PREGUNTA:
- ¿Hubo boda por fin?
RESPUESTA:
- Sí. Mi madre y Mateo se casaron unos meses después. Un día fuimos a comer a
un sitio muy elegante y me explicaron que estábamos allí porque teníamos algo
que celebrar: Ellos iban a ser padres y yo iba
a tener un hermanito. O hermanita.
PREGUNTA:
- ¿Y cómo te cayó la noticia?
RESPUESTA:
- Ni bien, ni mal. En realidad ellos llevaban su vida y yo
hacía más o menos lo que quería, así que todo estaba tranquilo.
PREGUNTA:
- ¿Qué tal fueron las cosas en tu casa durante el embarazo?
RESPUESTA:
- La verdad es que
fue bastante penoso. Pasaba ya de los cuarenta y se pasaba el día
vomitando y quejándose de la espalda y
de la de veces que tenía que ir al baño durante el día o la noche. A Mateo
empezó a agriarsele el carácter y yo intentaba pasar todas las horas que podía
fuera de casa.
Salía pronto y llegaba lo más tarde posible. Les decía
cualquier excusa y ellos confiaban en mí. Hacía lo que me daba la gana. (Hace
una larga pausa ensimismada y sigue) parece que no estuviera conmigo.
Una noche mientras dormía empecé a soñar que me ahogaba y no
podía respirar. Como si tuviera la boca llena de comida y el aire no pudiera
pasar. Y cuando conseguí abrir los ojos me encontré con los huevos de Mateo en
mi barbilla y su pene erecto metido entero en mi boca.
Me lo quité de encima como pude, llorando y él me tapaba la
boca y me decía que no gritara, que lo íbamos a pasar bien, que me quería
mucho, que siempre me había querido.
Y me violó. Y dijo que si mi madre se enteraba de algo nos
mataría a las dos.
PREGUNTA:
- ¿Y qué pasó después?
RESPUESTA:
- Me sentía
sucia y estuve bajo la ducha durante un
rato muy largo. Froté hasta quedarme casi sin piel, pero no conseguí quitarme
de encima esa sensación de suciedad. Salí de casa sin rumbo fijo... y me
encontré con una amiga que se dió cuenta enseguida de que estaba mal, y me
propuso que fuéramos a su casa a emborracharnos. Bebimos, le dije que me había
dejado mi chico...
Al día siguiente cuando llegué al instituto "la
nueva" pasó a mi lado e hizo lo de siempre: "bastarda". Y se fue
sonriendo y charlando con sus amigas. En ese mismo momento decidí que iba a
matarla. Estaba fuera de mí.
Los días siguientes intenté acercarme a ella a través de
amigos comunes. Conseguí su e-mail y le mandé un mensaje pidiéndole disculpas por
haberla echado de mi fiesta de tan mala manera. Le dije que me gustaría empezar
de cero, que creía que era simpática y que me caía bien.
PREGUNTA:
- ¿Funcionó?
RESPUESTA:
- Funcionó... Nos hicimos las "mejores amigas". No
se dió cuenta de nada... era una gilipollas.
PREGUNTA:
- Y decidiste quitarle la vida...
RESPUESTA:
- Una noche nos fuimos de marcha. Yo le había dicho a ver si
podía traer alguna de sus pastillas para mezclarlas con alcohol y alucinar un
rato. Le pareció bien y las trajo. Fuimos a unos jardines apartados y empezamos
a beber. En realidad sólo ella, porque en cuanto se daba la vuelta yo tiraba mi
bebida en la hierba. Esperé a que estuviera bastante perjudicada, le pedí que sacara las pastillas y le animé a
comerse una detrás de otra hasta que acabó con toda la tableta y yo me fuí
cuidando de no dejar rastro alguno. Se puso a llover a mares. La
"suerte" jugó otra vez a mi favor.
Al día siguiente salió la noticia en los periódicos de que
habían encontrado a una joven muerta en un parque apartado. Los forenses habían
determinado que la causa de la muerte había sido el suicidio, llevado a cabo
con una ingesta masiva de pastillas llamadas diazepam que le habían sido
prescritas por su médico para facilitarle las largas noches de insomnio que por
lo visto venía padeciendo desde unos años atrás.
Otra vez caso cerrado. Hice lo que tenía que hacer. Hija de
puta...
-----------------------------------------------------------
Dejamos aquí la entrevista. Se acabó el tiempo por hoy.
Estoy impresionada. No parece la misma. Hoy es la primera vez que he visto odio
en su mirada y se me han puesto los pelos de punta. La funcionaria ha soltado
las esposas de la silla, se las ha puesto y se ha ido sin despedirse. Sin mirar
atrás. Todavía tengo la carne de gallina.
Cárcel de Pamplona, 17
de Noviembre de 2013
Es mi tercer día con Alba. Después de las revelaciones del
otro día todavía me siento sobrecogida. Aún es difícil admitir para mí que la
persona que veo en frente es la misma que relatan los hechos. Es el trabajo más
intenso que he hecho en toda mi vida.
Entran Alba y la funcionaria. El ritual se repite.
PREGUNTA:
- ¿Cómo te encuentras?
RESPUESTA:
- Estoy tranquila. Aquí tengo muchas horas para pensar.
PREGUNTA:
- ¿Y qué piensas?
RESPUESTA:
- Es complicado, pero tengo la sensación de que hice lo que
hice porque no podía hacer otra cosa.
PREGUNTA:
- La chica que mataste... ¿merecía morir?
RESPUESTA:
- Era débil, habría sido carne de cañón de todos modos. Creo
que le ahorré a su familia unos cuantos años de sufrimiento. Hubiera terminado
por matarse igualmente. Desgraciadamente este mundo no está hecho para los
débiles.
PREGUNTA:
- ¿Fuiste a su entierro?
RESPUESTA:
- Fuimos toda la clase. No sentí nada.
PREGUNTA:
- Hablamos el último día de que Mateo te había violado y
amenazado con matarte si tu madre se enteraba. ¿Nunca pensaste en hablar con
ella a pesar de todo?
RESPUESTA:
- No me hubiera creído... estaba tan enamorada ...
totalmente ciega . Era débil...
PREGUNTA:
- ¿Continuó haciéndolo?
RESPUESTA:
- (Llorando) Casi siempre conseguía esquivarlo, pero sí.
Ocurrió un par de veces más.
PREGUNTA:
- No puedo llegar a comprender cómo tu madre no se dió
cuenta de nada.
RESPUESTA:
- Mi hermano nació antes de tiempo. El parto había sido duro
y volvía a estar deprimida, como yo la recordaba de pequeña. Empezó a beber de
nuevo. Y él, frustrado empezó a maltratarla psíquicamente primero y físicamente
después.
PREGUNTA:
- ¿Cómo lo supiste?
RESPUESTA:
- Lo supe. La historia volvía a repetirse como si fuera
parte de un círculo vicioso interminable.
PREGUNTA:
- ¿Pensaste en hacer algo para poner remedio a esa
situación?
RESPUESTA.
- Sólo pensaba en mi hermano... y en mi hijo.
PREGUNTA:
- ¿Tu hijo?
RESPUESTA:
- Me quedé embarazada de Mateo. No sabía qué hacer... hasta
que decidí contarle todo a mi madre pasara lo que pasara. No podía más
(impotente,mirando al suelo y negando con la cabeza).
PREGUNTA:
- ¿Qué pasó?
RESPUESTA:
- Al principio se puso muy blanca, creí que le iba a dar
algo. Luego empezó a llorar y me dijo que ese niño no podía ser de Mateo. Le
contesté que sí, que por favor me creyera. Le rogué que nos fuéramos de allí y
que le dejara, pero ella seguía ausente repitiendo: “no puede ser... no puede
ser “... Al final me dijo que eso era imposible porque Mateo nunca se acostaría
con su propia hija.
PREGUNTA:
- ¿Con su propia hija?
RESPUESTA:
- Me confesó que había tenido una relación con Mateo poco
antes de empezar con con mi padr...(para, y piensa)... con mi padrastro. En ese
mismo instante comprendí porqué nunca me quiso y porqué me llamó bastarda antes
de morir. Era más de lo que podía soportar. Estaba embarazada de mi padre.
PREGUNTA:
- ¿Qué se te pasó por la cabeza en ese momento?
RESPUESTA:
- Al principio no la creí, pero al ver el estado en el que
estaba los días siguientes me convencí de que lo que había dicho era cierto.
Estuve pensando durante días qué hacer, hasta que decidí que
tendría al niño.
También decidí matarlos a los dos. Pensé que sería lo mejor
para acabar con el sufrimiento de mi madre y con el hijo puta ese que no se
merecía otra cosa que la muerte.
Cogería a mi hermano, me iría y comenzaría una nueva vida de
verdad. Esta vez nadie me lo iba a impedir.
PREGUNTA:
- ¿Cómo lo hiciste?
RESPUESTA:
- Ellos solían quedarse viendo la tele hasta tarde frente a
la chimenea. Mi hermano y yo teníamos las habitaciones en el cuarto de arriba,
así que la cosa resultó relativamente fácil... (piensa y respira hondo).
Esperé a que se durmieran en el sofá, bajé y saqué una brasa
de la chimenea. La portezuela estaba abierta. Soplé sobre el ascua hasta que
prendió la alfombra que empezó a fundirse.Un humo denso se empezó a extender
rápidamente por toda la estancia. Cerré la puerta del salón y subí al piso de arriba. No se oía
nada, pero salía mucho humo por debajo de la puerta. No hice nada hasta que
ésta empezó a ser pasto de las llamas. Entonces llamé a los bomberos.
PREGUNTA:
- ¿Qué pasó cuando llegaron los bomberos?
RESPUESTA:
- Cuando llegaron yo estaba en el jardín con mi hermano en
brazos llorando. Uno se quedó con nosotros, los demás entraron en la casa... yo
gritaba: “¡mis padres, por favor, mis padres!”
Al rato salieron y me dijeron que no habían podido hacer
nada, que los dos estaban muertos. Se habían asfixiado.
Me llevaron a un
refugio de mujeres y allí me quedé con mi hermano.
PREGUNTA:
- ¿Qué pasó después?
RESPUESTA:
- Nos instalamos allí hasta que nació mi hijo. Para entonces
ya había cumplido la mayoría de edad y desde el albergue me consiguieron un
trabajo y un apartamento para vivir los tres. Me ayudaron con el tema de la
custodia de mi hermano, me ayudaron mucho.
PREGUNTA:
- ¿Nunca sentiste remordimientos por lo que habías hecho?
RESPUESTA:
- No. Creía que era lo que tenía que hacer. Mis... (piensa
un momento. Intuyo que iba a decir hijos o hermanos)... niños tenían derecho a
ser felices.
PREGUNTA:
- ¿Cómo te fueron las cosas a partir de entonces?
RESPUESTA:
- (Hondo suspiro) Ha sido la época más feliz de toda mi
vida. Los pequeños se criaban de maravilla, y yo encontré a alguien maravilloso
y me casé. Fue como un sueño de princesa. No sabía que se pudiera experimentar
ese grado de felicidad.
PREGUNTA:
- ¿Le contaste a tu marido lo que te había pasado?
RESPUESTA:
- He dicho que me casé, no que tenga marido... No me gustan
los hombres. Nunca me han gustado. Mi vida empezó el día que enterré a mis
padres. Nunca le conté nada. Me inventé otra vida.
PREGUNTA:
- Entonces, si todo era tan maravilloso ¿por qué decidiste
inculparte?
RESPUESTA:
- (Mira hacia el suelo y reflexiona unos segundos... llora).
Porque cuando conocí lo que era la verdadera felicidad, empecé a darme cuenta
de que lo que hice no estuvo bien. Que nadie es quién para arrancarle la vida a
un semejante... No me arrepiento todavía porque los odio por todo lo que me
hicieron, pero sé que hice mal y tenía que pagar para poder perdonarme.
PREGUNTA:
- ¿Crees que lograrás perdonarte?
RESPUESTA:
- No lo sé, pero por una vez en la vida tengo la seguridad
de que todo está donde tiene que estar. Y de que esta vez sí, estoy haciendo lo
que tengo que hacer.
PREGUNTA:
- ¿Qué opina tu mujer de que te hayas entregado?
RESPUESTA:
- No lo sabe (llorando). Cree que estoy trabajando fuera.
PREGUNTA:
-¿Piensas decírselo?
RESPUESTA:
- No quiero perderla (es la primera vez que veo ternura en
su mirada...) no sabría por dónde empezar... pero supongo que tendré que
hacerlo antes o después... ¡joder!, no quiero perderla...(llora desconsolada.
Esto ya empieza a ser mucho para mí).
PREGUNTA:
- Me cuesta preguntarte esto...(asiente con la cabeza).¿Te
consideras una enferma mental?
RESPUESTA:
- (Piensa durante unos segundos, mira hacia el suelo y
después a mí) Sólo me considero una simple desgraciada (ahora parece ausente).
PREGUNTA:
- ¿Has pensado alguna vez en quitarte la vida?
RESPUESTA:
- Cada día... (llora). Pero creo que todos se sentirán mejor
si pago mi pena hasta el final. Supongo que se lo debo... Quiero a mi familia.
Quiero hacer las cosas bien...
------------------------------------------------------------------
Aquí terminamos la entrevista. Ella se despide con un
"hasta pronto" y yo me quedo con la sensación de que realmente la
vida a veces es muy injusta.
No me avergüenza confesar que le he cogido cariño a esta
ase... persona... Al fin y al cabo todos
somos personas.
Mis sentimientos están encontrados, y mi sentido de la
justicia también.