Y es que mi amor, aquí la vida no vale nada. Me doy cuenta de que esos ideales por los que vinimos luchando y matando hasta aquí no son míos, sino de la gente que se ocupa de redactarlos a miles de kilómetros de distancia. Esos para los cuales somos poco más que un número indeterminado en una lista sin fin.
Y en medio de todo este caos del que espero salir vivo, la única imagen que me produce algo de calma es la de tu foto que tengo escondida entre el colchón y los muelles de la litera de arriba, que es donde duermo.
Cuando estoy de guardia, tus ojos vivos y limpios y tu sonrisa entre candorosa y pícara, me mantienen despierto y alerta. Y si tengo la suerte de dormir un rato, es para ti mi último recuerdo y pensamiento.
No veo el día en que te sienta venir vestida de blanco hacia mí en el altar. Te quiero tanto, cariño... Oigo la sirena. Hay que ponerse a cubierto. Pero antes, recibe todo el amor de este que te quiere.
Victor
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