Venga el frío, venga la nieve
y el viento.
Vengan todos y llévense el lloro,
la pena y el lamento.
Hiele del todo el frío los corazones
casi ya helados.
Cúbralos la nieve
para que la brisa cálida
de la primavera los derrita,
cuando llegue, y vuelvan a nacer
como semilla nueva.
Que la lluvia limpie todo
menos las conciencias de aquellos
que hacen del planeta
su propio feudo particular
e intransferible.
Que la nieve al resbalar
por nuestras caras
nos recuerde que estamos vivos,
y que algo tenemos que hacer por aquí.
Que la humedad nos llegue
por un momento hasta el tuétano
para hacernos conscientes
de los que la sienten a todas horas.
Que el manto del invierno nos cubra
el pensamiento y nos haga meditar
y suscribir las palabras con hechos.
Y que crezcan los helechos
en los repechos.
Que con el solsticio
se firme el armisticio y las bombas
no tengan cabida nunca más
en el diccionario de ningún idioma.
Que nos inunde a todos la necesidad
de ver al próximo feliz,
sea o no de la familia.
Que así sea.
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