Se me ocurrió ir al parque y sentarme en un banco a escuchar los pajaritos y mirar sólo hacia el suelo para que nada más me distrajese. Así lo hice, pero había una hormiga llevando un trocico de algo en sus espaldas, casi más grande que ella. La estuve observando. Iba, descargaba y volvía. Yo creo que no se planteaba si la carga pesaba mucho o poco, o si el trayecto era largo, o si cuántas veces sería necesario repetirlo. Simplemente lo hacía y punto. Sin dejarse afectar. Y de pronto aquel ser diminuto me pareció la releche (entera) mente. Y sin venir a cuento, en un segundo, apareció un pie que me pareció gigante y la aplastó sin contemplación. Sin ni siquiera darse cuenta... Alcé la vista airada, lo miré a los ojos, lo llamé asesino y me fuí. Su cara era un poema. Y mientras desandaba lo andado pensé en cuántas habría matado yo, incluso alguna dándome cuenta y todo (pero de pequeña) y me entró un mal rollo que te cagas. Desde entonces soy budistatis.
Este blog es el principio de algo que empieza como continuación de una inquietud que tengo desde cría... Básicamente lo utilizo como terapia ocupacional, para no dejar que a mis neuronas les de por flotar a favor de la corriente y se me escapen definitivamente... Humor con amor o viceversa. No se me ocurre combinación mejor para retenerlas.
jueves, 8 de mayo de 2014
AVATARES DEL DESTINO
Se me ocurrió ir al parque y sentarme en un banco a escuchar los pajaritos y mirar sólo hacia el suelo para que nada más me distrajese. Así lo hice, pero había una hormiga llevando un trocico de algo en sus espaldas, casi más grande que ella. La estuve observando. Iba, descargaba y volvía. Yo creo que no se planteaba si la carga pesaba mucho o poco, o si el trayecto era largo, o si cuántas veces sería necesario repetirlo. Simplemente lo hacía y punto. Sin dejarse afectar. Y de pronto aquel ser diminuto me pareció la releche (entera) mente. Y sin venir a cuento, en un segundo, apareció un pie que me pareció gigante y la aplastó sin contemplación. Sin ni siquiera darse cuenta... Alcé la vista airada, lo miré a los ojos, lo llamé asesino y me fuí. Su cara era un poema. Y mientras desandaba lo andado pensé en cuántas habría matado yo, incluso alguna dándome cuenta y todo (pero de pequeña) y me entró un mal rollo que te cagas. Desde entonces soy budistatis.
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