Han puesto la última piedra que cierra la cámara mortuoria.
Estamos treinta y la momia del faraón.
Todos sus sirvientes. Desde el cocinero hasta el escriba, pasando por los esclavos negros que portaban los abanicos de palmas.
Rodeados de riquezas que nunca soñamos y condenados a morir rodeados de ellas y sin poder disfrutarlas.
Algunos han cogido provisiones y antorchas y se han ido a buscar una
salida. Otros lloran y dicen que se dejarán morir sin comer ni beber
para acabar cuanto antes. En el centro hay seis o siete comiendo y
bebiendo como posesos utilizando como mesa el féretro del faraón. Son
los esclavos.
Y yo como en una ensoñación. Estoy, pero no estoy. No
me lo puedo creer. Tengo 17 años . Voy a morir. Sólo me queda decidir
cómo.
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