
Apoyada en el alfeizar de la ventana , todos los días a la misma hora, cerraba los ojos e imaginaba la cara que pondría su esposo el Gran Conde de Vinuesa cuando volviera de las cruzadas y descubriera que el cinturón de castidad con el que encarceló sus calores naturales había desaparecido como por arte de magia. - quizás quiera matarme,- se dijo- pero merecerá la pena después de lo que he disfrutado durante estos maravillosos últimos veinte años.-
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