Ojalá pudiera recoger
tus lágrimas
para regar el amplio huerto
de mis sentidos.
Cosecharlas,
como alimento
para el alma.
Degustarlas,
como salado elixir
de eterna juventud.
Convertirlas en plastilina
y volver a dibujar
en tu boca
aquella sonrisa
que surcaba estos mares
de mi loca imaginación.
Y robártela.
Y sonreír yo también.
Hay lugares,
como la órbita
de tu mirada
de los cuales
no quisiera conocer
el camino de vuelta.
Hay rincones,
como el extremo derecho
de esa neurona
que roza
tu parietal izquierdo,
que dan
el mejor calambre.
Hay días
en los que pudiera
emborracharme
con tus lágrimas,
y amanecer
sin resaca ninguna.
¿Me las prestas?
Inventaré una cascada
sólo para ellas...
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