Ni tener este sentimiento
del que nace,
que siempre se encuentra
entre equilibrios y abismos.
Entre malabares
de palabras cosechadas
en el más intimo rincón
del ser (o no ser).
No quiero escribir versos,
porque cada vez que lo hago
me araño el alma,
me baño en barro,
me revuelvo entera
y sólo así
en calma quedo.
No quiero escribir poemas.
Ni seguir inventando
paisajes y canciones
de armonías imposibles.
Donde sólo existe la suma
y no la resta.
Donde se pueden ver
colores que una aurora boreal
envidiaría.
Donde el aire es amor
y música.
Donde el cuerpo no pesa.
La poesía me invade
y me arrastra
sin que pueda hacer
nada por evitarlo.
Sólo me queda
abandonarme a su suerte,
Y dejar de pensar
que no quiero seguir
escribiendo en este idioma.
Porque al fin y al cabo,
esto es lo que hay.
Pensar. Otear. Experimentar.
Sentir. Intimidad... Amor.
Eso es.
.
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