PRACTICANDO EL ABSURDO EN LUNA LLENA
Miro esa luna enorme y hasta puedo sentir cómo su energía me envuelve proporcionándome una sensación extraña. Casi me dan ganas de aullar como un pájaro, o de piar como un tritón.
Entonces sueño despierta mientras escribo intentando despistar este pegajso caos que me acompaña.
Un poco de absurdo nunca viene mal...
Ahí es cuando empiezo a imaginar focas que van flotando en barriles y brujas que arden en la hoguera y nunca mueren.
Edificios a los que se accede sólo por la azotea y azoteas huérfanas de edificio. Hormigueros humanos devorados por termitas gigantes, que cantan mientras comen y desarrollan un sentido más: el sinsentido.
Un árbol convertido en catapulta, o en arco o en flecha, llora mares de hollín mientras se clava en vez de crecer.
Las flores fuera del tiesto, y el tiesto hecho añicos en algún sitio...
El mundo al derecho que, visto al revés, parece algo mejor.
Y tres lágrimas de sangre azul que resbalan suavemente por mi mejilla, antes de caer y fundir el suelo gris que antes fue verde.
No creo en los príncipes, me gustan más las ranas.
Pero no como ni unos ni otras.
Al fin y al cabo no es necesario comerse todo lo que a una le gusta.
Prefiero tocar, oler, escuchar y aprender.
Gente, guitarra, geografia o cualquier otra cosa a la que merezca la pena acercarse para crecer.
A veces, como ahora, el absurdo es la mejor manera de entender la ilógica aplastante, que invade como gas letal personas, países y espíritus.
Esta noche, sin ir más lejos, es él quien me ha hecho sonreírle a la vida mientras casi lloro por ella.
Noche clara. Luna grande. Pensamientos distraídos de un espíritu inquieto que, movidos como peleles al viento, aparcan donde pueden.
Espero despertarme mañana y no tener multa.
Salud!
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