Autoterapia antitrauma
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28 ene.
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Intentar
sacar una sonrisa o un atisbo de humor en una situación como esta es
el reto que se me ocurre para seguir con mi existencia medianamente en
condiciones. Sé que es pronto, pero en medio de este cataclismo
sentimental que me embarga voy a intentar abstraerme y hacer como si no
fuera yo la afectada, para resaltar ciertas situaciones que se dan en
estos casos donde la risa y el llanto se encuentran ante una situación
tan traumática como inesperada.
Y paso a relatar: Entraba en el tanatorio
acongojada perdida, pensando abstraída si ver al cuerpo presente o no.
Como me dicen que está guapo, voy y lo veo. Si. Parece que duerme
tranquilo. Pero hete aquí, que alguna que otra de las afectadas que
andaban por ahí en ese momento, insinúa que le han puesto el cogote muy
para abajo, y que no está nada natural y piensa en ir a solicitar que
lo recompongan. Pero antes de efectuar la petición, oigo una voz de
fondo que comenta que la postura esa antinatural de morrosco en celo
puede ser debida a que "le hayan rajao desde aquí "(señalando el borde
de la barbilla).
Lo que al final resulta ser cierto.
- ¿Y tú ... de quién eres? -
Por
no hablar de la plantica de maría, que desde el sitio estratégico que
ocupaba yo en ese preciso instante, parecía que le salía mismamente de
los huevos.
Acto seguido una de mis hermanas observa en
el finado dos extraños bultos que le salen de la frente y que antes no
tenía. Le digo que es el reflejo de los focos , la otra entre lágrimas
"que no, y que no. Que esos bultos antes no los tenía".
Y de pronto escucho de nuevo una voz como en
off, que nos da la explicación del porqué de los chichones: - Es que a
veces les trepanan el cerebro por detrás y por eso ... -
Hasta ahí bien.
Jo ... y llegamos al
cementerio. Al lado del hueco infame. Alta tensión. Y cuando acaba de
hablar el capellán comienzan a deslizar suavemente la caja en el
agujero, y va, y se encasqueta. Qué situación. El pobre operario sudando
tinta para convertir el metro ochenta estándar del hoyo en metro
noventa y cinco en tiempo récord. Siempre tuvo algo de mosca cojonera.
Bueeeeeenoo , segunda parte del sofocón superada.
Y como colofón la ültima parte. Todos ya
cansaos de tanta emoción, asitimos al último adiós por el rito
cristiano en la iglesia del barrio. Y mira que entraba yo sensible,
oye, pero entre la pantalla gigante del karaoke, las de atrás que se
estaban poniendo al día de las cortinas nuevas de la cocina de la
maripili y los últimos muertos del mes, los coros despistaos y el cura
que empezó hablando del espacio y no sé dónde acabó, consiguieron
dejarme totalmente insensible.
Bueno, sólo hasta que el buen señor se puso a
hablar del juicio final y el caldero ardiente con llamas crepitosas en
el que se iban a freír todos los malos (o cocer, no me quedó muy
claro). Ahí me dió un acojone espeluznante.
Y por fín , suena la canción de Silvio y el frío se vuelve calor, emoción, abrazo y llanto.
Cuando
volvía para casa una vecina se acerca a darme el pésame, para concluir
con una profunda reflexión: "qué le vamos a hacer, chica, la vida es
así: el muerto al hoyo y el vivo al bollo. La cosa no tiene vuelta de
hoja".
Pues eso. Que cuando me toque a mí, me
ponéis la nariz de payasa (una que haga juego), y sobre todo que no me
trepanen nada, no sea que no esté muerta del todo y me dejen más
irreversible.
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