Hay veces que el pequeño espacio que tengo en el móvil para escribir
parece un inmenso océano blanco... Sólo la idea de zambullirme en sus
aguas aparentemente calmas, me pone los pelos de punta.
Sobre todo cuando el agua empieza a llegar hasta el ombligo.
Otras veces me tiro de golpe y me sale un chichón en la frente porque
en realidad no es un mar ni nada. Es el maldito aparato este de hablar
escribiendo.
Pero que me suele gustar más es bucear.
Bancos de letras de todos los colores y tamaños pasean sus cuerpos finos y ondulados observándome curiosas.
Algunas exhibicionistas se ofrecen sinuosas a que las traiga a la
superficie y las mezcle con las que sean. Harían lo que fuera por
figurar.
La G, la U, la E, la RR, y la A, seguidas de la P, la O, las DE y la R, son las que se llevan la palma...
Y no lo entiendo, porque todo el mundo las usa. Estas, o cualquiera de su familia semántica.
Se ve que lo de profundizar para encontrar otras combinaciones no es
precisamente condición que caracterice a la especie que domina este
planeta.
Yo prefiero nadar con ellas y dejarme llevar por las corrientes que se encargan de unirnos y separarnos...
Un día me salió armonía, y otro nostalgia.
También me asaltó la gula y un cómico de nariz colorada. Nubes,
arcoíris y sueños y utopías con alas que vuelan a ras del infinito.
Me gusta bucear entre las letras porque entre ellas siempre encuentro tarde o temprano la palabra que más me gusta: MAGIA.
Viva la magia!
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