El papel era demasiado grande y también demasiado claro.
Llevaba
tanto rato mirándolo sin encontrar la combinación semántica adecuada,
que por fin decidí partir un trocito no más grande que la palma de mi
mano y con forma de nube caprichosa.
Lo puse en la mesa y nada más apoyar el boli en él, este se resbaló como si la tinta estuviera viva:
"Entre la línea de la vida y la del corazón, hay un fino hilo llamado muerte."
... (Más vale que nací equilibrista) ...
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