Me entró un repente de esos en los que de pronto lo ves todo claro, y
aprovechando la corriente de dicho repente me puse a escribir como loca.
Y se me acabó el cuaderno y también la memoria del móvil.
Pensé rápidamente en el papel de cocina, pero no compro. Así que pasé directamente a los doce rollos de papel higiénico.
Preveiendo que el ataque de inspiración iba a durar lo que no está
escrito, me entretuve en separar las tres capas de los 12 rollos y seguí
escribiendo: tres ensayos, mi biografía, cartas a todo el mundo, varias
trilogías ...
Cuando estaba en la primera parte de mi
reinterpretación particular del antiguo testamento se me acabó el papel
definitivamente y lo que es peor los lapices, bolis, pinturas y
rotuladores que había por casa, incluso los indelebles. Así que me
pinche una vena del antebrazo izquierdo, saqué una pluma diminuta de mi
abrigo y comencé por la pared del cuarto de estar.
Cuando andaba por
" el cantar de los cantares " me aburrí de la linea recta soberanamente
y empecé a escribir en espiral, luego en bucle y después en ondas
recurrentes hasta que terminé con todas las paredes, techos y cristales
de la casa.
Para entonces ya había escrito tres guiones
cinematográficos, varios estudios de mercado, otra reinterpretación del
Quijote protagonizada por una mujer y su escudero y setecientos
cincuenta artículos de opinión, ademas de varios ensayos. Eso sin contar
la poesía ni la prosa poética ni los simples chascarrillos.
Así
que lógicamente empecé a morir de forma muy lenta porque estaba súper
cansada. Cuando llegaron mis hijos, me preguntaron qué había hecho y se
pusieron a leer todo sin dejarse ni una letra. Siempre me pareció
importante inculcarles el amor por la lectura por encima de todo.
Cada uno empezó por un cuarto y ahí estaban: el pequeño leyendo con el
traje de espiderman de rodillas en el techo del baño, el tercero
disfrazado de hippy disfrutando de la biblia en verso. El mayor en su
cuarto con el ordenador y el segundo sentao en la taza, algo mareado,
intentando descifrar qué ponía justo en la pared que da a la cocina.
Viendo que sólo me quedaba un hilillo de vida quise pedir socorro. Pero ya era tarde.
Me había desangrado por completo sin darme cuenta.
Así que me quemaron , vieron que estaba muerta y ya pasaron a incinerarme por completo.
Hicieron un museo en mi propia casa y actualmente lo visitan a diario
varios miles de personas. Como es un quinto piso sin ascensor, han
comprado el edificio entero y lo han transformado en un hotel de
cuarenta y siete estrellas, haciendo así honor a la edad que tenía
cuando me morí.
Son millonarios perdidos y ya no les gusta nada leer.
Tenia que haberlo pensao dos veces y fingir mi propia muerte en vez de
morir lentamente de verdad. Ahora estaría retirada en alguna zona
indeterminada del pacifico bailando reggae y bebiendo kaipiriñas en una
casa ecológicamente autosuficiente.
Y no esto del pulgatorio que es un coñazo.
No voy a poner moraleja, porque no me gustan y también porque a buen entendedor, con pocos millones de palabras bastan.
Pero haberla hayla.
Descansad En Paz ( si podéis).
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