Hoy he bajado las escaleras, pero no sé porqué seguían bajando y bajando y bajando más. Qué calor me estaba entrando...
Por fin he encontrado una puerta, y como me ha parecido que quería
salir ya, he cogido la manilla y se me ha quedado pegada la mano como
cuando coges los cubitos del congelador.
Hasta la muñeca como un
bloque. Pero bueno, me he dicho, ya que me he rebajado hasta aquí bien
pudiera abrir la puerta y salir.
Y
después de valorarlo unos diecisiete segundos la he abierto y cuando he
soltado la manilla la mano se ha separado de mí y se ha quedado con
ella. Así, sin avisar. La historia de mi vida...
Y bueno, me lo he tomado como un divorcio expiés, pero en la mano. Fruto de mi característico instinto de superación.
Total que he aparecido en Rusia oriental sin previo aviso. Y claro,
como era de esperar, todos los millones de rusos orientales se me han
quedado mirando fijamente y me ha entrado un mal rollo que para qué.
Y he cogido la puerta, esta vez con el rabillo del ojo con la intención de minimizar daños.
Con las miradas de todos los millones de rusos orientales clavadas en
mi espalda, he cogido corriendo la escalera para abajo y he llegado al
infierno.
Me ha hecho ilusión llegar a un sitio donde seguro que me iban a recibir calurosamente.
Pero había colgado un cartel en la puerta que ponía cerrado por erupción.
Así que esta vez me he dicho no te importe, ya tendrás tiempo... y me he liado a subir escaleras como una loca.
Ha sido una cosa... No podía parar.
Cuando me he dao cuenta, me había salido del edificio y había llegado hasta la cara norte del planeta Kripton.
Y ahorra ya si que no sé qué coño decirme.
No me había pasado nunca.
Estoy por tirarme.
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