Es madrugada de verano. Luna grande y bochorno de ese que no deja dormir.
El pájaro que canta como el sonar de un submarino me acompaña.
Piii piii piii... Y así sucesivamente.
La plaza está oscura y todo esta extrañamente quieto.
Algún motor que otro se oye pasar cerca y desaparecer.
Dónde irán.
Siempre que veo un coche me pregunto lo mismo.
Como cuando veo ventanas y me pregunto quién vivirá detrás de esas
cortinas floreadas o de diseño. Coloridas y ligeras o sobrias y llenas
de pliegues.
Mis chacras parecen en orden y todavía puedo recordar el sonido y el aroma del mar que vi ayer.
El gusto también lo recuerdo...
Lo que evoco con satisfacción plena es cuando me estuve haciendo la
muerta un buen rato. Mi cuerpo ingrávido mecido por el rítmico vaivén de
las olas...
Solo se oyen burbujas rellenas de inmensidad y los latidos del corazón..
Y ahora que me doy cuenta... nadie se dio cuenta!
Podía haberme quedado dormida perfectamente y me hubiera llevado la corriente como Vicente va a donde va la gente.
Y hubiera desaparecido en el horizonte para siempre jamás.
Pero no. Porque flotando a la deriva seguro que me hubiera encontrado a
unos simpáticos delfines que en principio me hubieran parecido
tiburones y me habrían dado un susto de muerte, pero una vez aclarada la
confusión me hubieran transportado amablemente entre lomo y aleta hasta
una puta isla desierta pequeña y con una palmera sin cocos rodeada de
,esta vez si, tiburones hambrientos.
Más vale que reprimí las ganas de quedarme dormida.
Al final va a resultar que la enfermedad esta moderna de la represión,
en pequeñas dosis no va a estar tan mal. Aunque sea para valorar la
hipotética suerte que tuvo una de que los delfines no fueran tiburones y
por alcanzar a saber que he tenido la sangre fría de no haberme
abandonado en los brazos de Orfeo.
Claro que por otro lao estoy pensando que tener la sangre fría dentro del agua fría tampoco es p'a tirar cohetes... En fin...
Un espléndido día de cala perdida entre riscos punzantes( de las que
no conoce nadie) casualmente llena de gente, a la cual llegamos por un
atajo bastante más largo que el camino que marcaba claramente la señal
que dejamos atrás sin pararnos a leer.
Dejándonos guiar por la
intuición aventurera de un cocinero con un espíritu entre el de Miguel
de la Cuadra Salcedo y Félix Rodríguez de la Fuente.
Mandó unos pocos de güevos, la cosa, pero disfrute lo que ya está escrito.
El pájaro sonar ya no suena.
Voy a hacerle el dúo.
Buenas noches hemisferio norte, buenas tardes hemisferio sur.
Y a los demás hemisferios... haber aparecido antes!
Que aquí el que no corre, vuela.
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