Desperté con siete dedos en una mano y quince meñiques en la otra, los pies no quise ni mirar.
Me toqué la cara y estaba rara, así que decidí aproximarme hacia el
espejo a cámara lenta, pero como tardaba mucho al final corrí, antes de
pararme en seco.
Lo qué vi...
Una ceja se me había desplazado hasta el bigote y la otra a la patilla.
Los ojos estaban inversamente verticales. Uno en el agujero del oído y el otro tal cual.
La nariz estaba en la nuez y la nuez donde el tercer ojo.
Por lo demás bien.
Aunque nunca pensé que la nueva reforma legislativa eclesiástica en la
que se sustituye al purgatorio por el reformatorio me iba a a afectar de
tal manera.
En serio. Me parece excesivo.
Si lo sé me porto peor.
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