SOLILOQIOS DE UNA BEASTRUZ PERDIDA EN TERRANOVA

viernes, 24 de noviembre de 2017

RÉQUIEM

Oigo en mi corazón el incesante rumor del movimiento de las olas de un mar de sedimento infinito.
¿Dónde te fuiste, amor?
Ya no estas sola, recuérdalo vida mía, ya nunca estarás sola, mi amor. Mi bien.
 Mi niña.
Nunca...
Yo te reñía por ñoño.
Y te llamaron a esa eternidad infinita para que ya no pueda encontrarte.
Ahora tu eco resuena en mis oídos para recordarme que no fuiste un sueño.
Que fuiste mi mejor regalo y que ya nunca estarás más.
Joder.
Odio los jueves que parecen lunes.
No me gusta estar siempre en invierno.
Se me fue la luz contigo
y ya no encuentro el interruptor.
Tampoco hay quien se beba mis lágrimas.
Sólo a tí el agua revuelta de mi océano te sabía igual que si fuera la de un arroyo travieso.
Sin sal.
Hoy mi alma viste de negro zaíno.
Hoy tengo ganas de cortarme un cacho de corazón, envolverlo y lanzarlo a la estratosfera para que te lo quedes y  deje ya de doler.
¿Dónde estás, amor?
Ya no estás.
Sólo sigues acariciando mis sueños hasta
donde mis brazos abiertos todavía guardan celosamente tu contorno.
No estás. Ya no estás.
Y aquí me quedo.
Enmimismada, vagando,   vegetando.
Intentando cumplir lo que te prometí antes de tu partida:
No volver a ser la ermitaña de una caracola que no me pertenece.
Pero qué difícil...
¿Se puede saber dónde te has metido?
No te veo porque ya no estás.
Nubes, niebla. No llueve.
Y sin embargo, yo pudiera llenar un mar.





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