PRÓLOGO
Siempre quise estudiar periodismo. Supongo que para
satisfacer mi curiosidad insaciable y para investigar y contar historias de
primera mano y no basadas en rumores.
La psicología humana me atraía enormemente y en especial
cómo funciona la mente de un asesino. Dónde está el límite en el cual se
traspasa la barrera entre el bien y el mal.
Y empecé a documentarme. Empleé muchas horas en estudiar
entrevistas con asesinos, investigadores, criminólogos, forenses, psicólogos y
psiquiatras. Perfiladores criminales, abogados, víctimas, testigos y
familiares. Escuché a sicarios de cárteles de las drogas hablar de matar sin
ningún tipo de remordimiento, como si de una jornada laboral normal se tratara,
y visité vía internet las cárceles más peligrosas del mundo y sus habitantes.
La conclusión a la que llegan estos trabajos de
investigación desarrollados durante años, es que hay tres principales motivos
por los cuales un ser humano decide quitarle la vida a un semejante: el
"amor", la codicia (poder) y la enfermedad mental.
Tremendamente importante es también el clima familiar y
sociocultural en los que se desarrollan los primeros años de esta etapa de la
vida tan importante como desconocida que es la infancia.
Hace unos meses estuve visitando el módulo de mujeres de
la prisión de Pamplona. Me invitaron a
participar en unas charlas coloquio que habían organizado las propias internas
y cuyo objetivo era iniciar un estudio sobre las condiciones de vida en la
cárcel. Relaciones de pareja, maternidad, aprendizaje y reinserción.
Sólo había ocho mujeres. Cinco eran "muleras" que
habían apostado por traerse una maleta llena de droga para intentar mejorar su
vida, y habían acabado allí. La mayor tenía
22 años y tres hijos de tres padres en Bogotá, de los que se hacía cargo
su madre. Otra lloraba todo el rato “¡8 años!” - decía, y juraba que ella
“nunca supo que llevaba droga en la maleta”. Aseguraba que alguien le dió el cambiazo
en el aeropuerto, que era inocente. Me dijeron que no había parado de llorar
desde que llegó.
Supongo que eso es lo que dicen la mayoría de los que están
en la cárcel. Pero yo la creí. Y se me encogió el corazón.
Luego había otras dos mujeres bastante mayores. Tardé un
rato en darme cuenta de que no eran voluntarias, sino internas. Jamás me
hubiera imaginado que aquellas dos casi ancianas adorables que hacían de madre
con las demás pudieran haber hecho algo que las trajera hasta allí. Pero sí.
Eran traficantes de heroína. Cuando me lo explicó la funcionaria no daba
crédito.
A menudo imaginamos las cárceles llenas de indeseables
inadaptados que representan un peligro potencial para la sociedad. Pero yo lo
que veo en su inmensa mayoría es que son personas que una vez tomaron el camino
equivocado, o bien personas con una enfermedad mental. Malas decisiones que les
llevaron por un camino de difícil retorno. Diagnósticos fallidos que no han
dado con el tratamiento adecuado.
Apartada de todas había una chica de unos treinta que leía
un libro. No parecía interesarle mucho la reunión. La invité a participar, pero
me dijo "no, gracias" y continuó leyendo.
La charla se hizo amena y corta. Había café y pastas y se
respiraba un ambiente extrañamente hogareño. Compartimos impresiones durante un
par de horas. Yo me ofrecí para darles clases de dramatización. Pensé que eso
podría mejorar su estancia allí, y ellas acogieron la idea con entusiasmo.
Redactamos la petición oficial
correspondiente y me preparé para marcharme.
Las abracé a todas menos a la chica del libro que no se
acercó a despedirse. La saludé con la mano y ella me devolvió el saludo
sonriendo. Y sentí cariño. También pena. Sentimientos encontrados sobre lo que
es justo o injusto...
Cuando salía pregunté
a la funcionaria por qué motivo que estaba allí la chica.
Me contestó que era un caso muy extraño. Se había
autoinculpado de varios asesinatos que nunca habían tenido lugar. Eran casos
cerrados. Estaba a la espera de que le hicieran un peritaje psicológico, y
también estaban valorando si entre los datos que aportaba sobre las diferentes
causas había indicios suficientes como para reabrir la investigación de alguna
de ellas.
Volví la vista para mirarla antes de que la puerta de
barrotes se cerrara tras de mí y pensé que era increíble que aquella mujer de
apariencia apacible y educada hubiera matado a nadie.
Pasaban los días pero la imagen de aquella chica no dejaba
de ocupar mi cabeza. ¿Porqué confesar
unos asesinatos que no había cometido? y si los había perpetrado y no la habían
inculpado... hubiera conseguido no uno, sino varios crímenes perfectos. Esos
que dicen que no existen.
Me pareció una historia digna de ser escrita en cualquier
caso, y me puse en contacto con las voluntarias que acuden regularmente a la
cárcel para hacerle llegar una nota en la que ponía que su caso me llamaba
mucho la atención y que estaría interesada en hacerle varias entrevistas.
En un par de semanas recibí una carta de Alba desde la
cárcel. Estaba de acuerdo en contarme su historia, pero sería yo la que tuviera
que conseguir el permiso oficial para poder hacerle las entrevistas.
Así que ni corta ni perezosa, hablo con mi jefe de
redacción. Le explico el caso, y me da permiso para hacerlas en nombre del
periódico, pero pone como condición que las haga fuera del horario de trabajo.
Esas horas de entrevista no serán retribuidas hasta que la historia sea
publicada... en el caso de que se compruebe que todos los datos son ciertos.
Envié la solicitud pertinente a las autoridades competentes y mientras esperaba respuesta, Alba y yo empezamos a conocernos a través de
cartas y alguna visita que otra.
No era fácil acceder a ella. Así que yo dejaba que siempre
tomara la iniciativa y hablábamos de lo que ella quisiera, casi siempre el tema
era yo. Tenía su lógica. Necesitaba confiar en mí antes de contarme todo lo
acontecido en su vida.
Por fin llegaron los permisos, casi a la vez que el peritaje
psicológico de Alba en el que los doctores habían llegado a la conclusión de
que podía estar diciendo la verdad en todos los casos que venía relatando. Así
que estaba oficialmente acusada de cuatro asesinatos. Todos ellos cometidos
siendo ella todavía menor.
Suficiente para no salir jamás de la cárcel. No podía
creerlo.
Lo que a continuación vais a leer es un extracto de las
cuestiones más importante de las que se hablaron durante treinta y cinco horas
de entrevistas en las cuales ella desnuda su alma y cuenta cómo ocurrió todo.
Cárcel de Pamplona, a 21 de septiembre de 2013
Me encuentro en el módulo de mujeres de la cárcel de
Pamplona para entrevistarme con Alba, autora confesa de cuatro delitos de
asesinato. Estamos en una estancia pequeña. Ella esposada a la silla. Yo en
frente y una funcionaria que será testigo de todo lo que aquí se diga.
PREGUNTA:
- Hola Alba. Lo primero que me gustaría saber es si hay algo
que quieras decir antes de empezar con las preguntas.
RESPUESTA:
- Me gustaría pedir perdón a mi pareja, a mi hijo y a mi
hermano por todo el dolor que les estoy haciendo pasar. No se lo merecen, pero
tampoco podía hacer otra cosa (llora amargamente).
PREGUNTA:
- Me gustaría saber cómo empezó todo. Qué recuerdos tienes
de tu infancia antes de que pasara lo que pasó.
RESPUESTA:
(Se queda un rato pensando, parece dudar... luego me mira
fijamente y empieza a hablar).
- Desde que tengo uso de razón recuerdo a mi madre siempre triste. Se ocupaba de mí y
me llevaba al colegio pero a veces se le olvidaba pasar a recogerme, o hacer la
compra o pagar alguna factura. Me daba cuenta de que las mamás de mis
compañeros no eran como la mía. Y los papás tampoco (hace una pausa, respira
hondo y sigue).
Mi padre era representante de diferentes marcas de ron
cubano, pacharán y algunas cervezas de importación... pasaba largas temporadas
fuera de casa. Y cuando venía, casi siempre borracho, cogía a mi madre
superfuerte por el brazo y se encerraba con ella en la habitación durante
horas. Incluso una vez estuvieron encerrados dos días. Me pedía botellas y
sandwiches que era lo único que yo sabía preparar. Se lo llevaba y él abría la
puerta cogía las cosas y volvía a cerrarla rápidamente. Un día me dió tiempo a
ver a mi madre tendida en la cama con la cara llena de sangre. Pero luego él se
iba y ella nunca se quejaba. Sólo bebía hasta quedarse dormida. En ese instante
en el que la puerta estuvo abierta y ví lo que ví, sentí lo que era odiar.
Odiar hasta límites insospechados. Era mi madre y yo la quería.
PREGUNTA:
- ¿Cuántos años tenías?¿Qué sentimiento te provocaba tu
padre?
RESPUESTA:
- Tendría siete u ocho, no sé exactamente. Mi padre me daba
miedo (calla un momento y corrige).Pánico. Me daba pánico.
PREGUNTA:
- ¿Cómo te recuerdas a tí misma de pequeña?
RESPUESTA:
- Era una niña tímida y aplicada, nunca creaba problemas.
Así que si alguien me preguntaba por el paradero de mi madre que no venía a
recogerme, yo decía que estaba trabajando y que dejaba a una amiga en casa para
que me cuidara. Y me creían. Creo que fue ahí donde empecé a darme cuenta de
que tenia el don de hacer creer cualquier cosa a cualquiera sin levantar
sospechas .Y eso me hizo sentir una especie de seguridad en mí misma hasta
entonces desconocida para mí.
PREGUNTA:
- ¿Qué pasó el día que murió tu padre?
RESPUESTA:
- Era sábado por la mañana. Mi padre había llegado borracho.
Pero esta vez fue distinto porque me trajo un regalo. Yo pensaba que no me
quería, porque nunca me hablaba y tampoco me dejaba llamarle papá. Más tarde
entendí porqué.
Era una muñeca rubia preciosa con un vestido rosa muy bonito
lleno de puntillas y unas coletas que al estirar de ellas crecía el pelo hasta
la cintura. Era lo más bonito que había tenido nunca. Pensé que igual sí me quería (sonríe por un leve instante).
Bueno... era sábado por la mañana y llevaban encerrados en
la habitación desde la noche anterior. Yo estaba emocionada haciéndole peinados
a aquella muñeca tan increíble. Le puse de nombre Celia. Por fin tenía a
alguien con quién hablar. Por un momento me sentí feliz (sonríe y llora a la
vez).
Pero la felicidad duró poco. Exactamente hasta el momento
(no mucho rato después) en el que oí un grito desgarrador y un "basta por
favor" entres sollozos. Se me pusieron los pelos de punta. Me quedé
paralizada sin saber qué hacer. Yo nunca entraba en la habitación .Lo tenía
terminantemente prohibido. De pronto se hizo el silencio, y a los pocos minutos
volví a oírla gritar.
PREGUNTA:
- ¿Qué hiciste?
RESPUESTA:
- Estaba como en shock, agarrada al pelo de la muñeca sin
saber qué hacer o a quién acudir. Jamás la había escuchado gritar. Entonces fuí
a la cocina, cogí el cuchillo más grande que encontré, me dirigí hacia la
puerta del cuarto y la abrí despacio. Me asomé y ví que mi madre estaba
desnuda, inmovilizada por unas esposas que le aprisionaban pies y manos en la
cabecera y los pies de la cama, boca abajo, y a mi padre en uno de los
laterales con un puro en la mano quemándola en la espalda. Ví como se lo
llevaba a la boca y después de aspirar una calada muy profunda se lo apagaba
apretándoselo contra la parte trasera de la rodilla (llora desconsolada y sigue
hablando entre sollozos…)
El chillido esta vez me congeló la sangre y de pronto todo
ese odio que sentía desde hace tanto tiempo me hizo entrar disparada hacia él y
clavarle el cuchillo lo más fuerte que pude. Se lo clave por debajo del
ombligo. Y cuando se agachó y fue a cubrirse con las manos donde le había
clavado, le corte en el cuello y cayó al
suelo mientra me decía "hija de puta,... qué... zorra... ayúdame, hija de
puta bastarda…”
PREGUNTA:
- ¿Que se te pasaba por la cabeza en esos momentos?
RESPUESTA:
- Ni siquiera sabía lo que decía, hasta que me señaló una
llave que sobresalía del borde del bolsillo de su pantalón que estaba tirado en
el suelo. Creo que quería que soltara a mi madre para que ella le ayudara.
Nunca lo llegué a saber porque cayó al suelo rodeado por un gran charco de
sangre.
Siempre me he preguntado
porqué no pusieron nunca cerrojo en la habitación. Supongo que confiaban
en que no entrara, no sé. Sólo era una niña...
PREGUNTA:
- ¿Qué hacía tu madre mientras tanto?
RESPUESTA:
- Pobre mamá. No pudo ver nada porque tenía los ojos
vendados. Sólo lloraba y preguntaba:
-¿qué has hecho?... suéltame... ¿qué has hecho?-.
La solté con mucha dificultad. La llave era pequeña y cuando
fuí a introducirla en la ranura de las esposas me dí cuenta de que mis manos
estaban llenas de sangre.
PREGUNTA:
- ¿Qué hizo ella entonces?
RESPUESTA:
- Se quedó allí, inmóvil, sentada en la cama durante largo
rato y yo sentada también a su lado. No me tocaba, no me hablaba, sólo repetía
"¿qué has hecho?
Le pregunte qué quería decir bastarda. Pero no me contestó.
Al cabo de un rato me cogió, llenó la bañera y me metió en ella. Incluso me
dejó hacer burbujas con el jabón y echó en el agua de sus sales de baño que
eran como cristalitos de colores y que nunca compartía conmigo. Puso la radio.
Sonaba "mujer fatal". Lo recuerdo perfectamente.
Me dijo que me quedara allí. Que no me moviera ni abriera la
puerta a nadie hasta que ella viniera. Le dije que si podía meter a Celia
conmigo en la bañera para lavarle el pelo. La trajo, le quitó el vestido, y me
la dió... y se fue.
PREGUNTA:
- ¿Cuánto tiempo te dejo sola en la bañera?
RESPUESTA:
- El agua de la bañera ya estaba fría y yo temblando cuando
la oí llegar por fin. Entró en el baño sonriente. Eso me chocó bastante porque
no recordaba la última vez que la había visto sonreir. Yo no sabía cómo
sentirme, todo era como un mal sueño. Entonces me envolvió en la toalla y me
abrazó contra su pecho. Me sentí bien.
- No te preocupes por nada, cariño... -me dijo- sólo has
hecho lo que tenías que hacer... yo me ocuparé de todo - y me besó y me abrazó
como nunca antes. Y entonces me convencí de que había hecho bien. Además era la
primera vez que me decía cariño. Me gustó. Por un momento me sentí como los
demás.
PREGUNTA:
- ¿Qué pasó cuando saliste del baño?
RESPUESTA:
- Cuando me sacó del baño, todo en la casa estaba limpio y
en orden. Mi padre ya no estaba, ni la sangre ni el cuchillo... como si allí no
hubiera pasado nada y yo no hubiera hecho lo que hice. Estaba algo confundida.
No sabía qué pensar.
- Te he traído comida china de la que te gusta... ¿quieres
ver los dibujos? - me dijo... no sabía qué pensar...
PREGUNTA:
- ¿Qué hacía ella mientras tanto?
RESPUESTA:
- Mientras yo cenaba
entretenida con la tele, ella llamó a la policía y les dijo que mi padre la
había atacado y que había salido de la casa hecho una furia .Que temía que
pudiera hacer daño a alguien. Yo no lo sabia entonces, pero ella ya lo había
denunciado alguna vez, aunque en cuanto él se iba volvía a comisaría y retiraba
la denuncia.
Enseguida se presentaron dos policías en casa para
interrogar a mi madre... les enseñó varias quemaduras y antiguas cicatrices por
todo el cuerpo que yo no le había visto hasta entonces.
Les relató cómo la había esposado y quemado con un puro. Que
al verse sorprendido por mí, entró en cólera y salió corriendo de la casa...
les pidió también que no me molestaran porque todavía yo no había sido capaz de
reaccionar.
Uno de los policías se acercó hasta mí y me preguntó si
estaba bien. Yo le enseñé mi mejor sonrisa y le contesté que sí, que había
salvado a mi madre “-Si, me dijo- ...- has sido muy valiente-“ y me acarició el
pelo. Después se despidieron amablemente y le dijeron a mi madre que tendría
que ir al día siguiente al hospital para que le hicieran un parte de lesiones y
después a poner la denuncia. Que dejarían un coche patrulla vigilando la casa
toda la noche por si volvía.
PREGUNTA:
- ¿Qué hizo cuando se fue la policía?
RESPUESTA:
- Cerró la puerta y fue directa al mueble bar a coger la
botella de ron. Le quitó el tapón y un segundo antes de empezar a beber me
miró, se quedó quieta un momento y tiró el ron y todo lo que contenían las
demás botellas que había en casa por la fregadera para después jurarme que no
volvería a beber.
PREGUNTA:
- ¿Qué pasó cuando vieron que tu padre no volvía?
RESPUESTA:
- Lo pusieron en busca y captura después de decirnos que nos
tendrían al tanto de cualquier noticia que tuvieran sobre él.
...........................................
Aquí concluimos la primera jornada de entrevistas. Doy las
gracias a Alba por compartir conmigo. Ella me mira profundamente y se va
secándose las lágrimas. Esto va a ser mucho más duro de lo que pensaba.
Qué interesante! Deseando leer la siguiente entrevista :-)
ResponderEliminarIrene
Me alegro de que te haya gustado, la segunda para mañana ...
ResponderEliminarUna blognovela por entregas!! Qué guay!! Sigue, que está de lo más intriganteeee!!!
ResponderEliminarHasta ahora no había podido leer. Intrigante a más no poder. ¿Sabes? Hace como unos 18 años empecé un relato sobre un crimen perfecto que yo había perpetrado... pero me lié miserablemente. Para más inri, cuando lo quise retomar, resulta que le había puesto contraseña... de la cual no tenía ni pajolera idea. Así que me alegro mucho de que la vena siga por mi hermana pequeña. Promete mucho:-)
ResponderEliminarAysssss yo tambien quiero seguir..!! que interesante esta!!!..
ResponderEliminarY yo también quiero saber cómo sigue! Una "fumigadora" infantil: inquietante y perverso. Amelí.
ResponderEliminarTriste, impresionante... pero muy emocionante. Yo también quiero saber más...
ResponderEliminarEnhorabuena.
excelente Bea, que duro!!! no lo había podido leer hasta ahora pero... ya quiero más
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