La primera vez que entré a aquel sitio me envolvieron varias
sensaciones a la vez: con la primera entrada de aire a mi nariz me
acordé de mi abuela. No sé si por la antigüedad del establecimiento o
por ese olor característico de las casas con solera. Había también en la
parte de atrás montañas de periódicos viejos apilados meticulosamente
en paquetitos más o menos pesados que los abuelicos nos traían para
venderlos al peso y ganarse unas perrillas para pagar los vinos que no les dejaban tomar sus mujeres. Ese aroma a papel viejo me recordaba como a la biblioteca, o no sé...
Al lado de los periódicos, justo en frente, se ponían los metales.
Cobre, latón, cinc, acero, hierro... Cada uno en su montón
correspondiente porque según el metal el precio variaba.
Ropa
militar, candelabros, lámparas, y colgando de las vigas centenarias
multitud de correas y aparejos viejos de los cuales no alcanza a
adivinar su utilidad.
También comprábamos la lana de los colchones
antiguos. La clara valía más que la oscura. Generalmente nos los traían
gitanicos. En cuanto entraban, el trapero sacaba el cuchillo para rajar
la tela. Y siempre lo mismo:
- aaaay el payo que desconfiao! Que nusotros somos gitanos buenos. Anda y deja el cuchillo payo, que no laimus metío náaa!-
Y el trapero sin mediar contestación, rajaba el colchón, metía la mano
dentro y siempre sacaba algo que de lana tenia poco. Casi siempre eran
rodamientos, aunque a veces también humedecían la lana de la capa
intermedia para que pesaran más . Pero nunca le engañaban. Porque el
payo era más gitano que ellos.
Pasé muy buenos ratos en aquel
sitio... Pesando, comprando y vendiendo. Lo que no echo de menos es ese
fresco húmedo que en verano se agradecía y en invierno te hacía cantar
los huesos.
Ahora se ha convertido en una librería alternativa, y
aunque algo la han reformado todavía conserva todo su encanto. Cada vez
que paso me paro delante de la puerta. Pero no entro. Temo que si lo
hago se deformen mis recuerdos y sienta que ya no es parte de mí.
Aunque las experiencias vividas en ella sigan impregnadas en esas viejas paredes.
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