Extraños latidos me llevan por sendas lejanas de aromas suspendidos en
un aire que es arrollado por alguna ráfaga de viento impune.
Y sigo con la búsqueda sin que me importe que otra de ellas me haga caer de nuevo, aunque algo temerosa.
Entonces veo un campo de almendros en flor cuyas ramas elásticas abrazan al viento frío que me disgusta y bailan con él.
La coreografía resultante se asemeja a una marea pizpireta y espumosa
de blancos rosáceos en medio de un frío atardecer de colores cálidos.
De pronto todo está bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario