Caminando bajo un txirimiri pertinaz y cansino, recordando mis tiempos no tan lejanos de conductora profesional de silletas.
Claro que antes eran de cuatro ruedas en gamas de fijas o rotatorias 360 grados, según precio.
Ahora ya no. Son muuuucho más prácticas,. Dónde va a parar...
Tienen sólo tres. Dos detrás y una delante que hace un giro completo
que ni el mejor patinador artístico. Eso si: en cuanto cambia la
superficie del suelo se queda encasquetada en los 145 grados y de ahí no
se mueve.
Entonces viene cuando te metes entre los pasillos del
súper sudando y empujando niña pulpo y rueda rebelde , a la vez que hay
que coger una curva cerrada hacia la izquierda que te dirige justo hasta
el pasillo que buscas. Cuando por fin avanzas metro y medio, resulta
que se han dejado un palé en mitad del pasillo y no cabes y por escasos
centímetros no llegas a tu objeto de deseo teniendo que dar la vuelta,
pero esta vez marcha atrás.
Profesión peligrosa donde las haya. No sé por qué todavía no han inventado las autosilletaescuelas.
Lo mejor de todo es que salvo algunas excepciones, la altura a la que va el mons digo el niño no varía.
Justo la misma que el tubo de escape de los coches. Y me da que no es
por casualidad. Todos sabemos de las propiedades sedantes de la gasolina
quemada.
Así le das una vuelta cerca de la carretera antes de ir a
comprar y ya sólo tienes que pelear con la silleta. Qué adelantos!...
Cómo me alegro de haber pasado ya esa fase. Después de esto me siento capaz de conducir cualquier cosa.
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