A menudo cerraba los ojos más tiempo que lo que dura un parpadeo normal.
También cuando le preguntaban algo tardaba en contestar. Nunca lo hacía
de inmediato.
En ese lapso de tiempo sus interlocutores solían pensar que aquella tardanza se debía a alguna minusvalía mental.
Pero ella los cerraba un segundo más para que las imágenes se mantuvieran nítidas en su cabeza.
Y si no respondía rápidamente era sólo porque le gustaba pensar
detenidamente qué iba a decir antes de abrir la boca. Para no faltar.
Para no ofender.
Porque sabía que lo verdaderamente importante siempre se esconde detrás de los más pequeños detalles.
Comenzando por la forma de mirar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario