SOLILOQIOS DE UNA BEASTRUZ PERDIDA EN TERRANOVA

viernes, 24 de marzo de 2017

CARACOLA

Hoy soy ermitaña escondida en mi caracola,
y no quiero sacar los cuernos al sol,
ni aunque salga.
Además ya es casi de noche.
Y aquí me quedo, dentro de mi concha.
Aletargada, como muerta.
No quiero dejar un reguero viscoso,
que justo el sendero hasta mi puerta indique.
Me ensordecen los ruidos,
me aturden las palabras volátiles,
me agobian tantas personas como planetas.
Es como estar libre en una prisión imaginaria,
donde los barrotes son despedidas, desengaños
y silencios que cantan a muerte.
Atardeceres y alboradas teñidas de añil.
Procuro ver bien, pero veo demasiado,
hasta sin monóculo .
Por eso no me lo pongo.
Y hay horas, como ahora,
que puedo sentir el dolor del mundo,
y hasta el de las entrañas de la tierra.
El de las aguas pútridas de los estanques gigantes.
El del corazón de los sin techo.
El del océano embravecido
que pide en almas su tributo.
Por eso me convierto en caracola,
y me quedo aquí dentro, encogida, somnolienta.
En el rumor de sus falsas olas, shh, dormida.
 Ecos distantes en este mar alterado
de mis hoy lúgubres pensamientos.
Impotencia. Dolores. Nostalgias.
Y la vida que sigue y no me espera.

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